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Curioser & Curioser – Cap. 1

Vaya vaya, la idea del blog fue mía, lo hice yo y resulta que todavía no he escrito ni siquiera un post.
Como Pablo ha ido relatando nuestro viaje, como si de un diario se tratara, yo voy a crear una nueva sección. Una sección dedicada a curiosidades que nos hemos encontrado durante el viaje, y que a veces pasan desapercibidas.

Nada más llegar a Japón cogimos un tren que nos llevó a Ueno, el viaje duró una hora, aunque se me hizo bastante largo.

Durante el viaje nos sentíamos como unos extraños, nosotros éramos los diferentes. Allí todo el mundo estaba pendiente de lo suyo, mientras nosotros todo lo que veíamos era nuevo, y no parábamos de observar nuestro al rededor. Me sentí como Chihiro de camino a la casa de la abuela en un tren que iba por un río (en nuestro caso pasábamos cerca de montañas, un paisaje precioso), y todos los demás eran sombras que parecían no notar su presencia. (El viaje de Chihiro)


Después de unos días cogiendo el metro hemos podido observar sus hábitos. Normalmente todos están en silencio y si no durmiendo con alguna distracción, como dispositivos electrónicos portátiles (en su mayoría móviles, pero también mp3 y nintendo DS), y algún libro de bolsillo con cubierta de papel que impide leer el nombre.

A excepción de una chica japonesa que vi que leía un libro que se titulaba «Lecturas Sagradas».

Me sorprendió ver que nadie leía manga. ¿Lo leerían en sus móviles?  Aburrida, yo intenté usar el móvil como ellos. ¡Quizás tenga wifi! Pero nada, ni si quiera tenía línea. Dice Pablo que es porque los móviles aquí trabajan en una frecuencia distinta. Y por eso si compráramos un móvil aquí no nos serviría en España.

Creo que soy demasiado curiosa. Ellos no miran a los demás, por lo menos directamente. Si me he cruzado la mirada con alguien en seguida la aparta. En una ocasión un chico cuando iba a salir por la puerta nos miraba fijamente a través del cristal. ¡¡Que miedo!!

Me sorprendí muchísimo la primera vez que fuimos al metro. Yo no me di cuenta e iba por la escalera mecánica por el medio, a mi aire. Pero de repente, Pablo me cogió y me empujó al lado izquierdo de mi peldaño. Al instante comenzó a pasar gente a mi lado, bajando o subiendo las escaleras prácticamente corriendo. Y así no impiden el paso a las personas que tienen prisa.

No solo en este caso nos hemos fijado en lo organizados y educados que son. En el mismo vagón del metro hay una zona sombreada enfrente de los asientos. Todos, o casi todos, tienen los pies sobre esa línea y no la sobrepasan. Yo sin embargo tenía las piernas más extendidas. En cuanto veía a alguien acercarse las encogía pero ellos estaban comprimidos durante todo el trayecto. Busqué en el vagón. Además de mi había un japonés con mi misma postura, y en el vagón cabían por lo menos unas 20 personas sentadas. «Curiouser & Curiouser».

Algo parecido me pasó al cruzar los pasos de cebra. Todos cuando cruzan van por la izquierda. Y a la derecha hay un carril de bicis. Si no vas por la izquierda te encuentras a un montón de gente de frente. En todo este tiempo además no he visto a nadie saltarse los semáforos. Solo he visto a un hombre que al ponerse el semáforo peatonal en verde pasó junto al paso de cebra. ¿Cuántas veces en España nos los saltamos o pasamos a unos metros? Y aquí parece raro.

Cuando ya íbamos por las calles nos encontramos unas líneas amarillas  y con relieve, que recorrían las aceras. Nos pasamos todo ese primer día preguntándonos que eran. ¿Serviría de guía para gente con visión reducida, iría por debajo el metro? Pablo investigó y me comentó que guiaban hacia paradas de metro. Toda la ciudad está llena de líneas! La verdad es que todo el mundo usa el metro. A penas hay tráfico. Casi siempre lo que hay son autobuses, bicicletas o taxis. En ese sentido me encanta porque han conseguido que aquí no se contamine casi nada.

Sin embargo visto desde fuera, hay cosas que no me gustan de su forma de vivir. Siempre enganchados a los móviles, incluso en los parques, en las citas (junto a la mesa de Alicia en el País de las Maravillas había una pareja cenando y después de un rato hablando se pusieron a escribir los dos, cada uno por su cuenta en el móvil), en todas partes, a excepción de cuando están trabajando. Y mira que soy informática y me conviene. Pero me parece que se están perdiendo algo, quizás los pequeños momentos y detalles. Cuando estuvimos en Ginza, que fuimos tan temprano, y era la hora punta. Se les veía a todos con prisas, en fila india. Por el metro, por la acera, por el parque… Desde donde estaba yo situada parecían hormigas, todos unos detrás de otros, vestidos de traje y con maletín. Definitivamente no me gustan las ciudades ^^ aunque tengan muchas cosas fascinantes. Si ya en Granada, viviendo en un primer piso, pequeño y con patio interior, ¡me sentía como si viviera en una colmena!

PD: Solo llevo unos días en Japón. Con solo eso no puedo generalizar, pero si contar mis primeras impresiones. Lo que he contado es referente a la vida en Tokyo. Ayer estuvimos en Nikko y al volver, el tren se llenó de estudiantes, el trayecto fue totalmente distinto. Aun así no nos impidieron dormir :P. Si, Pablo no dejó de dormir durante esas tres horas de viaje.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo! Tengo muchas más curiosidades que contar ^^